LA SAZÓN LITEARIA ES MI PUTA, QUE NO OS AMA (Introducción biológica, Part. I)
Exposición Tetas, culos y otros animales
Espacio de Arte Contemporáneo El Gallo
(Gran Vía, 71)
Espacio de Arte Contemporáneo El Gallo
(Gran Vía, 71)
Junio 2009
Pero no me dejes fastidiarla, ¿quieres?
Porque cuando necesito un amigo, ahí estás tú
Vaya desastre
J.Mascis
Pero no me dejes fastidiarla, ¿quieres?
Porque cuando necesito un amigo, ahí estás tú
Vaya desastre
J.Mascis
Mi instinto de autoconservación, ya sea una bandada de pirañas languidecida bajo máscaras de muy diversos gestos en unos, ya sea exhibido impúdicamente por otros promoviendo distintos grados de irritación entre sus congéneres y en ellos mismos, me es inherente, nos es inherente a todos. El instinto de autoconservación se manifiesta a través de infinidad de formas de codicia y estupidez.
Como se dilata un alojamiento de tres pisos para dejar salir un cuerpo quemado avanza la creación de belleza, con un rigor de firmeza difusa y obstinada. De esas formas obtusas están hechos quienes se hacen llamar prófugos de la justicia y elegidos de la vida. Son noticias de muerte cuyas consecuencias respirarán con seguridad por sus emisores, resumiendo el efecto clásico que se obtiene al golpear fuertemente una masa de carne blanda con un palo duro (debe uno escapar hasta el baño para hostiar un estanque inglés contra un fluido tenso como la apariencia de una naranja).
¡Oh extrañeza! El corazón, una minúscula melancolía de venganza y lujuria. Y rotos los huesos, te conviertes en libertad. ¡Oh dulzura!
Pero, ¿y qué hay del gusto de poder seguir inspirándose uno mismo estados pseudo místicos mediante el éxtasis ultratemporal que procura contemplar la arquitectura, los viejos edificios imperiales que definen lo auténticamente romántico (que no románico ni vulgarismo inglés) que yace en el propio espíritu? ¡Arrecifes de coral, mares sin olas, músicas casi preciosas, ritmos perfectos, amor!
¡Oh el gusto de poder gustarse de algo!
Ni en un solo aspecto -considérense también los trozos aparentemente inconsistentes e indefinitivos por sí mismos- de esas acciones propias de los hombres enjutos y crueles han podido encontrar los seres superiores algo de apetito, y mucho menos una sujeción liberadora. Los roles asignados a cada uno de los grupos que conforman el tejido social (quita la sociedad¡), transforman, cada día, en paranoicos a aquellos que brillan con luz propia y singular, tienen la necesidad notoria del tartufo que dirige sus pasos ciegos hacia la falta de escrúpulos y de pudores como medios guías hasta ningún fin; su función es bella.
Accedamos a la calle de las serpientes desde abajo, ascendamos rodando sobre el rubor de nuestros deseos de desear hasta dar con los fabulosos cielos rúbeos como el cobre prometidos por nuestros abuelos; visiones estremecedoras que nos asesinarán al mezclarnos con el último punto de la cuesta.
No. No se puede encontrar consuelo en el sexo, tampoco en un sexo programado para ser expuesto en sucesiones vagamente legítimas de imágenes parcas. No se quiere creer en una manera sexual únicamente dotada para unir conciencias sumisas y ágiles como monos.
En la pantalla del siglo XXIV, ponen esta madrugada la partida de póquer definitiva, entumecida por el interés típico de los artistas, y mis colegas amados pasan su tiempo tranquilos sin pensar en nada, sintiendo que soy un elitista. Vale, ahora confiaré estúpidamente en ustedes, y me conformaré con que también se pudran en el extraño anhelo que todos padecemos…
El poder para sugestionar a los visores siempre distraídos (ojo constantemente baboso y ávido) que cargan con la obligación de elegir a los ya elegidos, recae en cada degeneración sobre tipos y tipas que recogen sus sentimientos de dos lecturas y de sendos viajes.
¿Qué diferencia hay entre unos dedos delicados acariciando vientos de espinas y unas pezuñas cualquiera toqueteando la piel de la amada? Ducha la expresión en anatomía de vaca. Lava sus trapos en sangre de cebra. Ten a tus musas aprobadoras muy incómodas en su papel.
Lo que verdaderamente hace a algunos hombres del campo indiferentes hacia el progreso, a parte del resto de sus aspectos constitutivos (y con toda razón), es que se puede desglosar con facilidad en anécdotas de imaginería que amenizan las relaciones humanas. ¡Qué os creéis!, ellos se bastan a sí mismos en su soledad naturalizada.
Lo abrumador es que el progreso usa a las mismas personas para encarnar vidas distintas. Qué estupenda horterada. Es casi brillante.
Encerradas en las necesidades veleidosas de la sangre, los cartílagos y los huesos, luces libran una horrenda batalla chabacana y jhôven. Resuenan tambores de pieles ensuciadas, anúnciese la inmensidad de lo regresivo, por prometedor.
El cielo enrojecido, ¡ah! industrias grises como potentes caballos salvajes nacidos en los cuarenta y muertos en los ochenta. Si Haro Ibars resucitase de entre los cadáveres, os machacaría a todos a base de disgustos intactos, chutes de neón y escuchas del luciferino Lou. Y yo se la devolvería.
Loco es uno que sabe que detrás de la felicidad está la violencia.
-Pero, dime: ¿amas para perder?
Sí.
Como se dilata un alojamiento de tres pisos para dejar salir un cuerpo quemado avanza la creación de belleza, con un rigor de firmeza difusa y obstinada. De esas formas obtusas están hechos quienes se hacen llamar prófugos de la justicia y elegidos de la vida. Son noticias de muerte cuyas consecuencias respirarán con seguridad por sus emisores, resumiendo el efecto clásico que se obtiene al golpear fuertemente una masa de carne blanda con un palo duro (debe uno escapar hasta el baño para hostiar un estanque inglés contra un fluido tenso como la apariencia de una naranja).
¡Oh extrañeza! El corazón, una minúscula melancolía de venganza y lujuria. Y rotos los huesos, te conviertes en libertad. ¡Oh dulzura!
Pero, ¿y qué hay del gusto de poder seguir inspirándose uno mismo estados pseudo místicos mediante el éxtasis ultratemporal que procura contemplar la arquitectura, los viejos edificios imperiales que definen lo auténticamente romántico (que no románico ni vulgarismo inglés) que yace en el propio espíritu? ¡Arrecifes de coral, mares sin olas, músicas casi preciosas, ritmos perfectos, amor!
¡Oh el gusto de poder gustarse de algo!
Ni en un solo aspecto -considérense también los trozos aparentemente inconsistentes e indefinitivos por sí mismos- de esas acciones propias de los hombres enjutos y crueles han podido encontrar los seres superiores algo de apetito, y mucho menos una sujeción liberadora. Los roles asignados a cada uno de los grupos que conforman el tejido social (quita la sociedad¡), transforman, cada día, en paranoicos a aquellos que brillan con luz propia y singular, tienen la necesidad notoria del tartufo que dirige sus pasos ciegos hacia la falta de escrúpulos y de pudores como medios guías hasta ningún fin; su función es bella.
Accedamos a la calle de las serpientes desde abajo, ascendamos rodando sobre el rubor de nuestros deseos de desear hasta dar con los fabulosos cielos rúbeos como el cobre prometidos por nuestros abuelos; visiones estremecedoras que nos asesinarán al mezclarnos con el último punto de la cuesta.
No. No se puede encontrar consuelo en el sexo, tampoco en un sexo programado para ser expuesto en sucesiones vagamente legítimas de imágenes parcas. No se quiere creer en una manera sexual únicamente dotada para unir conciencias sumisas y ágiles como monos.
En la pantalla del siglo XXIV, ponen esta madrugada la partida de póquer definitiva, entumecida por el interés típico de los artistas, y mis colegas amados pasan su tiempo tranquilos sin pensar en nada, sintiendo que soy un elitista. Vale, ahora confiaré estúpidamente en ustedes, y me conformaré con que también se pudran en el extraño anhelo que todos padecemos…
El poder para sugestionar a los visores siempre distraídos (ojo constantemente baboso y ávido) que cargan con la obligación de elegir a los ya elegidos, recae en cada degeneración sobre tipos y tipas que recogen sus sentimientos de dos lecturas y de sendos viajes.
¿Qué diferencia hay entre unos dedos delicados acariciando vientos de espinas y unas pezuñas cualquiera toqueteando la piel de la amada? Ducha la expresión en anatomía de vaca. Lava sus trapos en sangre de cebra. Ten a tus musas aprobadoras muy incómodas en su papel.
Lo que verdaderamente hace a algunos hombres del campo indiferentes hacia el progreso, a parte del resto de sus aspectos constitutivos (y con toda razón), es que se puede desglosar con facilidad en anécdotas de imaginería que amenizan las relaciones humanas. ¡Qué os creéis!, ellos se bastan a sí mismos en su soledad naturalizada.
Lo abrumador es que el progreso usa a las mismas personas para encarnar vidas distintas. Qué estupenda horterada. Es casi brillante.
Encerradas en las necesidades veleidosas de la sangre, los cartílagos y los huesos, luces libran una horrenda batalla chabacana y jhôven. Resuenan tambores de pieles ensuciadas, anúnciese la inmensidad de lo regresivo, por prometedor.
El cielo enrojecido, ¡ah! industrias grises como potentes caballos salvajes nacidos en los cuarenta y muertos en los ochenta. Si Haro Ibars resucitase de entre los cadáveres, os machacaría a todos a base de disgustos intactos, chutes de neón y escuchas del luciferino Lou. Y yo se la devolvería.
Loco es uno que sabe que detrás de la felicidad está la violencia.
-Pero, dime: ¿amas para perder?
Sí.
Toni Barriga Torres
1 comentarios:
Siempre brillante, siempre.
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